En la parrillada le apetece meterse una polla
Las primeras sabanas se empezaron a quemar porque la tierra recibía más sol, el hielo se alejó lo suficiente como para que la hierba pudiera arder y en ese momento, el primer olor a carne quemada llego a los homínidos y estos, no tardaron mucho en aprender que era comida gratis. Ahora cada vez que hueles una parrillada, tu cerebro te dice que tienes que hambres, salvo que seas esta jovencita que quiere otro tipo de carne; a ella le apetece meterse una polla en el coño y la verdad es que nadie tiene problemas en verla follando en la parrillada.