Encerrona a traición de sus tres hermanas postizas
Ya sabía yo que detrás de las caras de chicas buenas de mis tres hermanastras tenía que haber algo oculto. Ninguna tía veinteañera podía ser tan formal, obediente y perfecta como estas tres, y menudas guarras resultaron ser. Claro que yo no lo terminé de comprobar hasta que las pillé una mañana en mi dormitorio; fueron sus voces y sus manos sobre mi polla lo que me despertó. Alucinado, vi cómo las muy putas se jugaban el chuparme la verga; las que perdieron el turno, serían las primeras en probar mi polla dura en sus coños. No se me ocurrió nada que decir, de impactado que estaba; y al minuto lo que estaba era cachondo, y ya no me importaba lo zorras que eran mis tres hermanastras.